La revista bilingüe de Lanzarote

Famara

Famara, bella y salvaje, se extiende a los pies del Risco. El mar ruge indómito pero acaba por besar su arena. El viento la protege y te invita a pasearla en silencio. O a cabalgar en sus olas. En la bajamar se vuelve espejo para que puedas disfrutarla el doble.

Famara es una realidad poliédrica. Uno de los enclaves más espectaculares de Lanzarote, con una playa impresionante y bravía, una enorme pared de roca, pozos, galerías de agua, yacimientos arqueológicos… Turismo experiencial en torno a La Caleta, un  pueblito auténtico con calles de arena, casitas blancas, buen pescado y mucha vida en torno al surf, el winsurf y el kitesurf. También, restaurantes y terrazas donde disfrutar de excelente pescado fresco o unas lapas con mojo. Y a pesar de una afluencia de turistas creciente mantiene su modo de vida tranquilo y cosmopolita, un tanto hippy

Junto a La Caleta, Playa San Juan. Sede de pruebas del Campeonato del Mundo de Surf. Sí, Famara tiene una gran ola. Al otro extremo de la playa, una urbanización de lujo, Los Noruegos, construida a principio de los setenta. Pero Famara, como asentamiento, es muy anterior. Varias familias de Teguise y Soo se instalaron allí por la abundante y buena pesca. Hacia finales de los años treinta algunas familias pudientes como los Manrique o los Matallana empezaron a veranear allí. Sin embargo, no tuvo luz ni agua corriente hasta los setenta. Se abastecían de un pozo que hay a la entrada del pueblo.

El otro gran encanto de Famara es su imponente Risco homónimo que, con sus más de cuatrocientos metros de altura y sus vistas ofrece un campo de vuelo único para aladeltistas y  parapentistas. Una impresionante pared de roca que, por cierto, fue la segunda parte de la isla en emerger de las aguas. Está formado por distintas coladas volcánicas, con 10,2 millones de años en su base y 3,6 en sus crestas. Además, de él emana agua potable en varias fuentes naturales. Razón por la que en los años cincuenta del pasado siglo XX se excavaron cinco galerías para obtener más caudal. Hasta que llegaron las potabilizadoras, a mediados de los sesenta, abastecía a toda Lanzarote.

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