Actor de reparto en cartelera muy reconocida, Carl Chase tiene alma de músico y no cree en el orgullo, sólo en dar lo mejor en cada momento y no mirar atrás
Todo empezó en Liverpool, donde nació Carl Chase. Un británico residente en Lanzarote desde hace nueve años. Si no les suena su nombre, es muy seguro que sí recuerden títulos de cartelera como: El sueño de Jimmy Grimble (2000), Lara Croft: Tomb Rider (2001), George y el dragón (2004), Batman (1989), La isla de las cabezas cortadas (1995), La Momia (1999) o Aliens III (1992). Son algunas de las películas en las que ha participado, además de televisión y teatro. Interpretó, por ejemplo, al Beatle George Harrison en la obra Lennon (1984). Aunque todo empezó con Hank Williams.
El cantautor estadounidense Hank Williams, icono del country y el Hill-Billie, fue el primer personaje que Chase interpretó como actor. Tras el servicio militar, ocho años como bombero le dejaron muchas cicatrices y lesiones. Se pasó al taxi y lo alternaba tocando y cantando en pubs. Una noche de 1981 vio su actuación el productor teatral Ken Campbell y fue el elegido en un casting.
“Ahí empezó todo. Mis padres son ciegos y mi madre ni siquiera reconoció mi voz por el acento tan cerrado. A partir de ahí más gente venía a verme, luego vino la televisión, más teatro, el cine…”, explica Chase, que se siente más músico que actor y, para nada, ‘un famoso’.
Asegura que “me gusta más el teatro. El cine es más íntimo, que no necesariamente más fácil. La diferencia entre escribir con un bolígrafo o en un teclado”. Sin embargo, no tiene un papel o una película favoritos en toda su carrera. “Sencillamente, no creo en el orgullo. Lo hice siempre lo mejor que pude y eso es suficiente para mí. Nunca vi las películas que hice, en las que trabajé. Prefiero quedarme con el recuerdo de cómo me sentí, cómo disfruté, el rodaje, el momento. Es como no querer regresar a los lugares donde fuiste feliz”, afirma y ni siquiera le da importancia a haber trabajado en Hollywood.
Y un día de marzo vino a Lanzarote y se quedó. “Me encantó de la isla –apunta- que la gente es cercana, el clima y que había muchos músicos. Muchos de ellos son ahora amigos y mi familia aquí. Me encanta compartir, tocar la guitarra, cantar con ellos”. Divorciado hace mucho, Chase tiene cinco hijas y un hijo repartidos por el planeta.