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Sevilla en primavera

La primavera en Sevilla es una explosión de sensaciones. Fervor, pasión e incienso en la noche; fiesta y color sobre el albero; tradición y vanguardia

Considerada una de las ciudades más bonitas de España, Sevilla florece y se muestra en todo su esplendor en primavera. Los azahares de 40.000 naranjos perfuman sus calles y, al calorcito agradable de las tardes largas, los dos eventos más significativos del año: la Semana Santa, que este año comienza el 2 de abril y acaba el 9; y la Feria de Abril, que este 2023 se celebra del 23 al 29 del mismo mes. Antes, durante y después, Sevilla es una ciudad que enamora.

La magia habita en las blancas calles estrechas del Barrio de Santa Cruz. A sólo unos minutos, los Reales Alcázares; su grandiosa catedral gótica, la segunda más grande del mundo católico; y la Giralda, que despunta emblemática en el cielo su impronta árabe. A un paseo, la espectacular Plaza de España, obra de Aníbal González, donde se rodaron escenas de Star Wars; y la paz del Parque María Luisa. Ambos enclaves y otros muchos edificios de la Avenida de la Palmera son parte del legado arquitectónico de la Exposición Universal de 1929.

En esta Sevilla monumental transcurre la Semana Santa. Allí, y al otro lado del río Betis, nombre romano del Guadalquivir. Juan Belmonte mira a la Real Maestranza desde el Altozano, entrada gloriosa a la que se llega cruzando el puente de hierro que une y separa a Sevilla de la ‘República Emocional’ de Triana.

Respirando el mismo aire, una Sevilla vanguardista, universitaria, turística y cosmopolita. Al Puente del Alamillo, obra de Calatrava y legado de la Expo92, suma otros hitos de la arquitectura contemporánea como el Parasol Metropol, conocido como ‘Las Setas’ de la Plaza de la Encarnación o la Torre Pelli, que coincide en el horizonte, según el ángulo, con la Torre del Oro (s.XIII).

Y cuando además de a azahar, Sevilla huele a incienso, la ciudad experimenta una eclosión emocional sin precedentes. La grandiosidad del barroco andaluz recorre cargada a hombros sus calles. Imaginería, alguna con la firma de Martínez Montañés, Francisco de Ocampo, Juan de Mesa, Pedro Roldán o su hija, Luisa ‘La Roldana’, sobre imponentes canastillas de orfebrería. Plata, pan de oro y terciopelo. Dramatismo en madera policromada, fervor religioso, hermandad e identidad desfilan al compás de tambores y cornetas ante miles de ojos.

Son más de cuarenta hermandades y miles de penitentes o nazarenos en cada una, aunque tiene especial relevancia la madrugada del Jueves al Viernes Santo, ‘La Madrugá’, cuando procesionan el Gran Poder, la Macarena, la Esperanza de Triana o Los Gitanos.

Todavía suenan las suelas en los adoquines de las calles por la cera acumulada de las procesiones cuando toda Sevilla capital, provincia, y dos tercios del resto del planeta ponen rumbo al recinto ferial para disfrutar de la Feria de Abril. La ceremonia de encendido de la portada es todo un evento y el pistoletazo de salida para invadir las calles del Real y sus miles de casetas.

Al compás de sevillanas, lunares, mantoncillos, flores y farolillos. Coches de caballos y jinetes con flamencas a la grupa; cortinas de rayas y espejos, macetones con geranios rojos, claveles en el pelo y miles de litros de manzanilla fresquita. No de infusión, por supuesto, sino de Sanlúcar, que se alterna con risas, besos, abrazos, jarras de ‘rebujito’ y cervezas entre platos de jamón, lomo, gambas, tortillas de papas; pimientos y pescaíto fritos.

Todo en cifras de varios ceros porque la Feria de Abril es una celebración de alegría desbordante, rebosante y excesiva en el más amplio sentido.

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