Es un perro flaco, ligero y muy resistente; también nervioso, noble, dócil y con aptitudes extraordinarias para la caza, pero necesita aprendizaje desde muy cachorro
El podenco canario tiene origen mediterráneo y su raza, más de siete mil años. Adaptado genética y formalmente al clima de las islas, el podenco está muy repartido por todo el Archipiélago y, por sus extraordinarios olfato, oído y vista, sigue muy vinculado a la actividad cinegética.
De apariencia afilada, es de tamaño medio con una altura de cincuenta a sesenta y cinco centímetros y unos veinte a veinticinco kilos, un poco más pequeñas las hembras. Su piel puede ser mono tono, generalmente en color canela, o mezclado con blanco. Ojos pequeños, almendrados y tono ámbar similar al de su piel. Hocico largo y pelo corto, liso, fino y muy denso.
En su cría es muy importante socializarlo desde muy cachorro, porque el carácter del podenco canario va a depender mucho de su genética, pero también del aprendizaje y las experiencias vividas. Enseñarle la necesaria disciplina, pero desde el cariño, y cómo relacionarse con humanos, con otros perros y con otras mascotas que pueda haber en la casa, lo convertirá en un extraordinario animal de compañía, porque de partida es tímido, muy afectuoso y obediente. Sin embargo, es un animal que necesita un nivel de actividad alto o muy alto. No pretendas tenerlo todo el día metido en un piso.
En cuanto a su alimentación y cuidados, puede comer pienso comercial, comida casera (ojo, no desperdicios) o seguir la dieta Barf (basada en la carne cruda). Conviene cepillarles un par de veces a la semana con un guante de goma y darles un baño al menos una vez al mes. También precisan una atención regular la limpieza de sus oídos, el lagrimal o el corte de uñas, que dependerá de la edad y actividad del animal.
Sin embargo y a pesar de sus aptitudes y su apariencia adorable, un 80% de las más de 250 denuncias por maltrato que recibe Ademal (Asociación para la Defensa y Contra el Maltrato Animal), están referidas a esta raza: sobre las condiciones de vida de sus habitáculos, alimentación y abandono o muerte cuando concluye la temporada de caza. Lógicamente no todos los cazadores lo hacen, pero a razón de 1.300 licencias que hay en Lanzarote, si cada uno puede tener un máximo de seis, la isla no tiene capacidad de asumir y adiestrar a estos animales para el acogimiento.