Base de la arquitectura desde mediados el siglo XIX, el hormigón viene siendo objeto de numerosas investigaciones buscando mejorar su calidad y ampliar sus cualidades, ya que presenta vulnerabilidades si se astilla o agrieta, además de que está limitado en su capacidad de carga.
Uno de estos avances se llama ConFlexPave. Se trata de una variedad de hormigón flexible desarrollada por científicos de la Universidad Tecnológica de Nanyang (NTU Singapur) que, además, han reducido su peso y mejorado su dureza. La incorporación de un aditivo y microfibras poliméricas más finas dotan al ConFlexPave de una flexibilidad y resistencia hasta tres veces superiores a las del hormigón tradicional.
Por otra parte, investigadores de la Universidad Tecnológica de Swinburne (Melbourne, Australia) han desarrollado un hormigón sin cemento que solidifica a temperatura ambiente. Incorpora en su lugar cenizas volantes y compuestos de geopolímeros que lo hacen hasta cuatrocientas veces más flexible que el hormigón tradicional y mejoran la resistencia del material a posibles microfracturas, convirtiéndolo en ideal para zonas propensas a terremotos.
Es un producto más sostenible. Al prescindir del cemento, principal elemento conglomerante del hormigón, elimina también su compuesto más contaminante. Además, emplea en torno a un 36% menos de energía y emite hasta un 76% menos de dióxido de carbono.