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Embutidos italianos

Muchos embutidos italianos, algunos elaborados con trufa o aderezados con vino, son desconocidos para la mayoría y descubrirlos augura gratas sorpresas

Es muy seguro que te suenen la mortadela, el salami o el ‘prosciuto di Parma’. Pues hay muchísimos más, algunos tan extraordinarios como desconocidos fuera de Italia. Un buen ejemplo son los ‘salame al tartufo’, o salamis elaborados con trufa blanca, la más apreciada y rica del país transalpino, o negra, más común. E, igualmente, se pueden encontrar mortadelas con trufa y salamis con pistacho y pimienta negra.

Los salamis del Piamonte no siempre llevan trufa, pero en su receta hay pimienta, nuez moscada, ajo, clavo, y se infusionan con vino tinto logrando una textura tierna y un sabor delicado y dulce. En particular, el ‘salame al barolo’ emplea un vino tinto de gran cuerpo y prestigio, equivalente a un buen Ribera del Duero español.

Más ligera es la ‘bresaola’. Es ternera muy magra y curada durante tres meses, que se sirve en lonchas finísimas, normalmente aliñada con aceite de oliva y limón, y lascas de queso y hierbas. Similar en aspecto a nuestro jamón, el ‘speck’ es ahumado y está sazonado con enebro y otras hierbas aromáticas.

La ‘coppa’ es parecida de aspecto al morcón y el ‘capocollo’, a la caña de lomo. En la línea del beicon están la ‘pancetta’ y el ‘guanciale’. Y, entrando en rarezas, la ‘salsiccia di bra’ en como una longaniza para consumir en crudo; el ‘Lardo di Arnad’ DOP (Denominación de Origen Protegida) es un embutido sabroso y fragante curado con sal, especias y aromas de montaña. Comparte calificación pero es más suave, la ‘soppressa vicentina’.
Menos conocidos aún, el ‘ciauscolo’, como un salchichón para untar; y la ‘finocchiona’ y la Porchetta di Ariccia, ambas con calificación IGP (Indicación Geográfica Protegida).

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