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Costa amalfitana

Regálate disfrutar una semana de la ‘dolce vita’ en la costa amalfitana, patrimonio mundial de la UNESCO desde 1997, y una de las más bellas y románticas de Italia y del mundo

Al sur de Nápoles, cerca de Pompeia, la Costa de Amalfi. Un reguero de pequeños y coloridos pueblitos esparcidos entre los acantilados y acariciados por el Mediterráneo. Desde Positano hasta Vietri sul Mare, son dieciséis municipios regados por el litoral tirreno en una franja de unos 50 kilómetros, con un patrimonio histórico y una tradición gastronómica de valor incalculable:
Delante, el Golfo de Salerno. Detrás, los Montes Lattari. Frente a Sorrento, la isla de Capri. Acantilados, bosques y cuevas, encantadoras calitas, pequeñas bahías y una carretera que serpentea entre terrazas salpicadas de cítricos, vides y olivos… Para perderse.
El emperador Tiberio la descubrió hace más de 2.000 años y la eligió como lugar de retiro final. Luego pasó al Imperio Bizantino. Amalfi fue la más antigua de las cuatro Repúblicas Marítimas (Pisa, Génova y Venecia) y, en el siglo X, se convirtió en Ducado. Amalfi fue capital de distrito del Reino de las Dos Sicilias (1734-1860) y desde 1861, se integró en Italia.
A principios del siglo XX empezaron a construirse hoteles de lujo y a llegar artistas, pintores y la jet-set europea. Wagner, Greta Garbo, Picasso, Klee, Pirandello, Steinbech, Zefirelli o Warhol sucumbieron a los encantos de la costa amalfitana.
La lista de los imprescindibles empieza en Positano, con varias constelaciones repartidas entre sus más de setenta hoteles. Decía Paul Klee que era el único pueblo vertical del mundo. Casas coloridas, su Duomo y su plaza, un laberinto de innumerables escalinatas, callejuelas y tejados de mayólica que enmarcan la ciudad con vistas al mar.
Amalfi es la segunda parada, uno de los pueblos más bonitos de la costa. Monopolizó el comercio en el mar Tirreno y los mercados orientales, que tuvieron influencia en el enrevesado urbanismo de su casco histórico, muy bonito para recorrerlo a pie. Su catedral es un ‘deber’ ineludible.
Más cerca del cielo que del mar, Ravello. La Villa Cimbrone, del siglo XI, es hoy un hotel que ha tenido huéspedes de la talla de Greta Garbo y Hillary Clinton. Estatuas de mármol alineadas sobre un jardín al borde de un acantilado de 335 metros y una terraza infinita desde la que puede admirar la vista más hermosa y espectacular de la Costa de Amalfi. También con jardines y vistas impresionantes, la Villa Rufolo fue residencia veraniega de algunos papas, de Carlos de Anjou y de Richar Wagner.
Ideal para gente muy activa, el Camino de los Dioses. Un sendero natural de unos nueve kilómetros que parte de Agerola y termina en Positano.
Inicio o final de la ruta, Vietri sul Mare es un placer para la vista. Callejones, tiendas y casas de colores que cautivan, casi tanto como su cerámica tradicional. Y Cetara, un pueblo de pescadores que parece suspendido en el tiempo. Además, Conca dei Marini y su Grotta dello Smeraldo (Gruta Esmeralda); Furore y su ‘fiordo’; el oasis natural de Vallone di Porto; Atrani, parece sacado de un cuadro. Y así, motivos y lugares para quedarte un mes.
Muy interesante también su gastronomía, comandada por el ‘lemoncello’ de Sorrento, que se elabora y se puede disfrutar en toda la costa. Los ‘sfusati’, limones de Amalfi con Indicación Geográfica Protegida. La famosa ‘sfogliatella’, un dulce típico en toda la Campania. Su vinos: un blanco con cuerpo y fresco, un tinto tánico e intenso y un rosado delicado. Su salsa de anchoas maceradas para spaghetti. Y los ‘ndunderi’, grandes gnocchi de sémola y queso ricotta que se remontan a la época romana.

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