La kombucha es una bebida fermentada con burbujas y no alcohólica que se prepara a base de té y con un sabor que te sorprenderá porque tus papilas gustativas rara vez habrán probado nunca antes algo parecido. Así, de la misma manera que cuando fermenta el mosto lo llamamos vino o cuando fermenta el zumo de manzana lo llamamos sidra, cuando hacemos fermentar una infusión de té azucarada, el resultado se llama kombucha.
De hecho, según su receta base, la kombucha solo debe contener cuatro ingredientes: té, azúcar, agua y una colonia simbiótica, conocida como ‘scoby’ por sus siglas en inglés (Symbiotic Culture of Bacteria and Yeast). O sea, a base de bacterias y levaduras que transforman el azúcar en deliciosos ácidos orgánicos y probióticos naturales.
La bebida más de moda tiene origen asiático y más de dos mil años. Se hizo más conocida porque la tomaban los samuráis como energizante antes de combatir. Pero es mucho más que eso. Haciendo un repaso somero, es rica en vitaminas del grupo B (B1, B2, B3, B6, B9, B12), C, D, E y K; también contiene enzimas que ayudan a la digestión y el metabolismo; ácidos orgánicos como el láctico o el acético; antioxidantes y minerales como el Hierro, Potasio, Zinc, Manganeso, Cobre, Calcio y Magnesio.