La cetrería es una técnica de caza con aves rapaces y tintes medievales que hoy trasciende a su uso cinegético con la vigilancia del espacio aéreo de los aeropuertos o el control de la superpoblación de palomas en grandes ciudades
Practicada por nobles y reyes en el Medievo, la cetrería hunde sus orígenes en la historia hasta más de 4.000 años. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró en 2010 la cetrería Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en reconocimiento a su perdurabilidad.
Hoy día quedan muy pocos cetreros. “En Lanzarote, cazando, estamos ocho cetreros. Nosotros teníamos la asociación Tagarote, pero hoy está integrada en la Sociedad de Cazadores”, explica Alfonso Dorta, que recela de otros que sólo compran este tipo de aves para tenerlas en casa. Les llama “mascoteros”. Otros cetreros consultados les etiquetan como “coleccionistas”.
“Eso es malo para todos –prosigue Dorta- empezando por los mismos animales, que de no volar en plenitud se van entumeciendo y enferman. Su demanda sube los precios, que pueden rondar los 200 euros una aguililla Harris macho y unos 350 a 400 la hembra. Los mascoteros pillan de todo…”
Dorta defiende esta modalidad de caza, por ecológica y noble. “Hay que explicar, como he hecho yo en colegios, que la caza ayuda a controlar la población de conejos, perdices y palomas. Además, nosotros hemos plantado trigo para que se protejan y nuestra actividad sea sostenible”.
Los cetreros actuales utilizan telemetría y emisora para vuelos altos, y anillas cerradas o microchip para identificar a sus aves. Además de su equipamiento clásico: guante de cuero y caperuza para sus aves.
Steven Mountain lleva once años trabajando en el Aeropuerto César Manrique de Lanzarote (Guacimeta). Forma equipo con Saúl Benítez, Wilfran Ortiz, dos halcones peregrinos y dos lanarios y cuatro aguilillas Harris. Estas aves tienen una vida profesional, en plenitud, de unos diez años. Las utilizadas para cazar, unos veinte.
“Trabajan entre el orto y el ocaso en el marcaje del espacio aéreo para evitar que entren otras aves. Palomas y gaviotas son las más frecuentes, aunque las de los alrededores ya saben que están ahí y evitan colarse en su perímetro de acción, que podría ser fatal”, señala Steven.