El Mirador del Río es un paradigma de la fórmula Arte-Naturaleza propugnada por César Manrique. Inaugurado en 1973, tras él vinieron otros en La Gomera y El Hierro
Construido entre 1971 y 1972 e inaugurado en 1973, el Mirador del Río es una ventana al Atlántico esculpida en la roca a 474 metros de altitud. Supuso una de las grandes aportaciones del artista lanzaroteño César Manrique, que contó con la colaboración de Eduardo Cáceres y Jesús Soto, y el respaldo del Cabildo de Lanzarote. Su entonces presidente, José Ramírez Cerdá, apostó por habilitar varios parajes naturales de la isla para crear una oferta turística única y de calidad que hoy son los Centros de Arte Cultura y Turismo.
En el mismo borde de los escarpados acantilados de la parte norte del macizo de Famara asoma el estrecho pasaje con baranda y dos grandes ojos acristalados, los ventanales del salón del Mirador del Río. El enclave, de gran valor paisajístico, pertenecía al Ministerio de Defensa por su ubicación estratégica. Desde él se disfruta de una vista espectacular de los islotes del Norte (Archipiélago Chinijo) del Río, la lengua de mar que lo separa de Lanzarote.
El conjunto aplica el concepto de intervención artística en la naturaleza de Manrique, quedando mimetizado en el entorno del Risco por su ‘piel’ de roca volcánica. Tras él y con similares parámetros, el artista lanzaroteño construyó otros tres miradores. Uno más en Lanzarote: Malpaso; El Palmarejo (La Gomera) y el de La Peña (El Hierro).
Manrique logró generar tanta belleza adentro como halló alrededor y lo hizo siendo fiel a su estilo orgánico de líneas sinuosas, texturas suaves, la armonía entre el blanco y los tonos de la roca volcánica con un empleo exquisito de la iluminación. Integró además elementos propios de la etnografía local como la cerámica, plantas y piezas de arte como las esculturas colgantes del salón principal.
El interior es un salón-cafetería con mesas dispuestas ante dos enormes ventanales. En el mismo espacio, otro ambiente. Un sofá curvo y continuo ante una gran chimenea con una espectacular lámpara colgante. En el exterior, una barandilla desde la que se ven también la ladera del Risco que baja hasta la playa y las Salinas de Guza, construidas entre 1422 y 1534, seguramente las más antiguas de Canarias. Una bonita escalera de caracol lleva a la tienda de recuerdos y regalos, que también tiene ventana al horizonte. Y subiendo un tramo más, el balcón definitivo.